sábado, 11 de abril de 2015

Binomio inhumano

Emilio González G
Publicado en Reforma, 10 de abril de 2015,


“Me dijeron que el viaje era peligroso, pero si me quedaba me iban a matar”. Así respondió un joven hondureño de 28 años cuando le pregunté por qué decidió cruzar México sin papeles. Juan era policía municipal en un barrio de San Pedro Sula controlado por las pandillas. Se negó a surtir armas de contrabando a la mara en poder de la colonia. Su superior dio la orden. En efecto, no tenía escapatoria.
            Casos como el de Juan abundan en la red de albergues de la sociedad civil establecida a lo largo del territorio mexicano. Policías honestos que se niegan a corromperse, jóvenes y niños que rechazan el reclutamiento de las pandillas, choferes que se resisten a transportar droga, pequeños empresarios y comerciantes hartos de extorsiones y secuestros.
            La dimensión de la violencia criminal en Honduras, Guatemala y El Salvador es descomunal. Según la ONU, estas repúblicas están en la lista de los 10 países con mayor índice de homicidios en el mundo. En 2014, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados publicó dos informes sobre niñez migrante centroamericana que evidencian la violencia criminal como motivo principal para que niños y adolescentes no acompañados huyan de sus países. En un hecho insólito en la política estadounidense, Obama calificó en junio de 2014 como una “crisis humanitaria” la sobrepoblación de estos niños en los centros de detención de la frontera con México.
            Ante un problema humanitario se esperarían soluciones humanitarias. Sin embargo, los gobiernos de México y EU han reaccionado de manera contraria. Sellar las fronteras y deportar es su binomio inhumano favorito. A fines de 2014, Save the Children afirmó que las autoridades migratorias de ambos países deportaron 18,000 niños del Triángulo Norte. La mayoría de las peticiones de refugio se negaron.
            Asimismo, hace unas semanas, Obama premió la presidencia de Juan Orlando Hernández con un paquete de ayuda de más de 300 millones de dólares. Hernández, cuando estaba en el congreso hondureño, apoyó el golpe contra Zelaya. Su presidencia se ha caracterizado por altos niveles de corrupción, criminalidad rampante, impunidad y persecución política a opositores. Incluso dentro del Congreso estadounidense ven con incredulidad este plan. "En Honduras hemos gastado billones de dólares en dos décadas y solo hemos visto la situación empeorar”, espetó a John Kerry un senador durante su reciente comparecencia en el Senado.
            Peña Nieto, por su parte, un mes después de la famosa declaración de Obama en julio de 2014 sobre la crisis humanitaria de los niños no acompañados, puso en marcha el Plan Frontera Sur. Su implementación potenció la vulnerabilidad de quienes entran a México de manera indocumentada. “Ahora los migrantes tienen que transitar rutas más peligrosas por los nuevos retenes. Llegaron a un albergue en Tenosique hermanos centroamericanos que cruzaron pantanos por varios días con los pies descalzos por miedo a ser detenidos y deportados”, me comentó la hermana Leticia Gutiérrez, activista con amplio conocimiento del terreno.
            Washington quiere recorrer su frontera del Río Bravo al Usumacinta. En Los Pinos son complacientes con el vecino del norte, pero implacables con los del sur. La respuesta del gobierno mexicano al desplazamiento forzado por violencia criminal en Centroamérica es la deportación sistemática. Ante la crisis humanitaria que vive la región esto es irresponsable, pues se envía a los jóvenes de nuevo a la muerte. La oficina regional del ACNUR para Centroamérica reconoció en un comunicado del 30 de enero del 2015 asesinatos de jóvenes hondureños recién deportados que habían huido por el ambiente generalizado de violencia en sus barrios. El peligro es real, pero para quienes deportan no existe.

            Sellar las fronteras y deportar son soluciones erradas a la crisis humanitaria en el Triángulo del Norte. En La Casa Blanca y en Los Pinos no entienden, o no quieren reconocer, que una causa fundamental de este fenómeno es el poderío y persistencia de la economía política criminal asentada en la región. La interacción de los cárteles de la droga mexicanos, las pandillas centroamericanas y las disfuncionales instituciones de seguridad y justicia en Honduras, Guatemala, El Salvador y México se añaden a la pobreza y desigualdad endémicas para crear un explosivo coctel social. Cualquier solución que no ataque de fondo estas realidades perpetúa la crisis humanitaria y desampara a miles de seres humanos que siguen huyendo de este terrible flagelo.

domingo, 29 de septiembre de 2013

El golpe en Chile, Harald Edelstam y la tradición humanitaria sueca



Era una fría mañana de invierno en Santiago cuando lleno de audacia, no obstante el asedio de las fuerzas golpistas, Salvador Allende comenzó su último discurso en el Palacio de la Moneda. Aún retumba en las generaciones venideras la esperanzadora frase: “De nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una mejor sociedad”. Últimos estertores de un hombre con profunda vocación social y, sobre todo, voluntad política para llevar a cabo sus intenciones. Naturalmente, la instrumentación de su proyecto de gobierno no fue bien vista por los sectores privilegiados de la oligarquía chilena ni, desde luego, por la cúpula militar.


     Quedan pocas dudas de la intervención de Estados Unidos en el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Desde su elección en noviembre de 1971, el gobierno de Richard Nixon veía con preocupación la agenda social de Allende, pues amenazaba los intereses de corporaciones mineras estadounidenses, especialmente las dedicadas al comercio del cobre. Pero la colusión norteamericana con los golpistas fue aún más evidente en los años subsiguientes, cuando Chile se convirtió en el primer laboratorio real en donde se experimentó con las nuevas teorías económicas producidas en las aulas universitarias de Chicago y Harvard. Augusto Pinochet -no Reagan ni Thatcher- fue el primer líder en el mundo que implementó políticas liberalizadoras con el afán de reestructurar un Estado de bienestar. Milton Friedman, principal arquitecto de esta revolución financiera, escribió en sus memorias que el objetivo de sus reuniones de 1975 con Pinochet en Santiago era reducir la estratosférica inflación de 900 % producida por “casi más de cuarenta años de tendencias hacia el colectivismo, el socialismo y el estado de bienestar” en Chile. La clave de la recuperación del país andino, según este premio Nóbel, era reducir la inflación exacerbada durante los tres años de la presidencia socialista de Allende, superar el déficit que la acompañaba, por tanto, restringir la impresión de papel moneda, poner en manos privadas la administración del sistema estatal de pensiones y, desde luego, liberalizar el comercio. Se trataba de un programa financiero drástico, radical y completamente novedoso en la historia económica mundial.

       Semejante radicalismo financiero precisaba de un radicalismo político y militar para preservar a la nueva clase política en el poder. La ignominiosa manera con que fue derrocado el presidente socialista sirvió como preámbulo ominoso de la tragedia humanitaria que se avecinaría sobre Chile los años siguientes. La capital Santiago se sumió en el caos inmediatamente después del bombardeo al Palacio de la Moneda. Ante semejante emergencia existieron esfuerzos internacionales para salvaguardar la integridad de los opositores al ejército, cuyas vidas estaban en riesgo por ser simpatizantes de Allende. A nivel internacional ese esfuerzo fue tímido pues recordemos que eran años álgidos de la guerra fría. Sin embargo, existió un hombre excepcional frecuentemente olvidado en los pormenores de aquellos aciagos días en Chile. Se trata del diplomático sueco Harald Edelstam, quien salvó a decenas de refugiados de varias naciones latinoamericanas de caer en manos de las fuerzas golpistas.

      Edelstam llevaba un año como embajador de Suecia en Chile al momento del golpe. Forjó su talento diplomático nada más y nada menos que en los años más cruentos de la Segunda guerra mundial, primero en Berlín y luego en Oslo de 1942 a 1944. En la capital noruega comenzó su decisiva acción a favor de los grupos perseguidos por el poder opresor, judíos y miembros de la resistencia noruega ocupada por los nazis. Sirvió como enlace entre los miembros del grupo de resistencia Hjemmefronten y disidentes alemanes antinazis. Además de posibilitar el traslado de refugiados a la vecina Suecia neutral, Edelstam, aprovechando su condición de diplomático, proveía información a un periódico ilegal de la resistencia. Fue apodado por los miembros de la resistencia como el “clavel negro”. Gracias a su labor informativa, salvó cientos de vidas amenazadas por los servicios secretos nazis. Acabada la guerra, Edelstam fue alto representante del gobierno sueco en países como Vietnam, Turquía, Indonesia y Guatemala. El clima de inestabilidad en estos países del mundo subdesarrollado apuntaló su experiencia diplomática, situación que se reflejaría a lo largo de la crisis humanitaria chilena inmediata al golpe.

    Edelstam simpatizó con Allende desde su elección como presidente. Sostenían reuniones con frecuencia, muchas de ellas informales y fuera de protocolo. Inmediatamente después de la caída del Palacio de la Moneda el diplomático sueco comenzó una campaña diplomática para exponer al mundo los abusos del ejército en contra de la población civil. Recordemos que para el tiempo del golpe ya se habían instaurado dictaduras militares en Uruguay y Brasil. Miles de exiliados fueron acogidos por el gobierno socialista de Chile en un acto de solidaridad política. Justo esos exiliados fueron los primeros objetivos de los militares en sus redadas para capturar amigos de Allende, porque según los militares el futuro de un “nuevo Chile” estaba en peligro con socialistas en “casa”. Por lo tanto, a partir del 11 de septiembre de 1973 los exiliados sudamericanos se convirtieron en el grupo social más vulnerable en Chile pues eran perseguidos por sus gobiernos respectivos y ahora por el gobierno que los acogía; literalmente quedaban sin ningún tipo de garantías en la preservación de sus derechos humanos. Edelstam concentró su labor humanitaria en favor de estos refugiados. Firmó salvoconductos mediante los que pudieron salir del país cientos de uruguayos, brasileños e individuos de otras nacionalidades latinoamericanas simpatizantes del proyecto socialista de Allende. Este trabajo hormiga del diplomático sueco se complementó con un acto heroico que también salvó vidas y la dignidad de un país.

     Edelstam capturó los reflectores de la prensa internacional en un acto inusual en el ámbito diplomático. Aprovechando su inmunidad como embajador, además de sus canales de información privilegiados, se anticipó al bombardeo de la embajada cubana por una escuadra chilena leal a los golpistas. Las escuadras golpistas estaban dispuestas a castigar a Cuba por su abierto apoyo al gobierno socialista chileno. Sin embargo, Edelstam llegó a la sede cubana justo al mismo tiempo que las tropas chilenas. Una nota del New York Times del 29 de septiembre de 1973 apuntó que “prácticamente solo, Harald Edelstam salvó la embajada cubana de ser atacada por el ejército chileno”. En coordinación con Olof Palme, ministro de relaciones exteriores de Suecia, negoció con el ejército chileno la evacuación segura del personal cubano de esa sede diplomática. Al día siguiente izó la bandera sueca en el edificio, de modo que cualquier acto de violencia en contra de esa sede, se habría considerado como un acto de agresión en contra de Estocolmo. Asimismo, gracias a la información de inteligencia a la que tenía acceso, Edelstam se aventuró a rescatar 58 uruguayos tuparamos, (miembros de la guerrilla urbana del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro) encerrados en el Estado nacional de Santiago, que para ese momento se había convertido en un campo de concentración. Una serie de actos posteriores le valió ser etiquetado por el gobierno chileno como persona non grata. El 5 de diciembre de ese año la junta militar decidió expulsarlo del país. Así terminó su labor humanitaria a favor de los perseguidos políticos. La memoria chilena recuerda al “clavel negro” como un hombre comprometido con la lucha por los derechos humanos.

     La labor humanitaria de Edelstam no es un hecho aislado en la historia diplomática sueca. Su historia recuerda otras dos personalidades que maniobraron políticamente en contextos en donde reinaba la barbarie. En abril de 1945 el diplomático sueco Folke Bernardotte trabajó arduamente para gestionar la liberación de más de 31,000 prisioneros del campo de concentración de Thereinsestadt en la actual República Checa. Los relatos más detallados de aquellas negociaciones afirman que Bernardotte negoció con el brazo derecho de Hitler, Heinrich Himmler, para liberar a prisioneros judíos, mujeres, niños, gitanos, homosexuales, y disidentes antinazis húngaros, alemanes y checos. Acabada la Segunda guerra mundial, Bernardotte fue elegido por el Consejo de Seguridad de la ONU para dirigir el proceso de paz entre Israel y Palestina. Sin embargo, paradójicamente, fue asesinado el 17 de septiembre de 1948 en Jerusalem por un grupo fundamentalista judío que despreciaba su pragmatismo e imparcialidad a favor de la paz.

     Raoul Wallenberg fue otro diplomático sueco cuya labor humanitaria sobresalió durante el holocausto judío. Durante su gestión como representante del gobierno sueco a Hungría salvó a miles de judíos húngaros al darles refugio en las sedes diplomáticas suecas en Budapest y expidió salvoconductos para trasladarlos a Suecia. Wallenberg fue detenido por los comunistas acusado de espionaje después de la caída de la capital húngara a manos del Ejército Rojo en enero de 1945. Acabó sus días en un campo de concentración en la Unión Soviética, su cuerpo nunca se encontró.

     
Actualmente, Suecia sigue haciendo honor a su tradición humanitaria. El 3 de septiembre de este año la prensa internacional publicó la noticia de que el gobierno de Estocolmo prepara una política de asilo a los sirios que ya estén en el país escandinavo. Esto quiere decir que los refugiados sirios que hayan entrado de manera ilegal en años pasados podrán aplicar para gozar del estatuto de refugiado. Se estima que más de 14,000 sirios están indocumentados en ciudades suecas, por lo tanto, el proyecto de ley beneficiará a miles de familias perseguidas por el fantasma de una terrible guerra que los despojó de todo. Suecia no es el único país de la Unión Europea con indocumentados sirios dentro de sus fronteras. Según datos del ACNUR, por obvias razones geográficas, Italia es el país europeo con más refugiados sirios. También hay en Alemania, Austria, Grecia y países balcánicos. Se requiere un esfuerzo de solidaridad internacional que libere algo de la presión demográfica que enfrentan Líbano, Turquía e Irak, países de Medio Oriente que han absorbido más del 90% del flujo migratorio sirio. Sucia puede ser el país líder en este esfuerzo tan necesario para la humanidad. Edelstam, Bernardotte, Wallenberg y el mundo entero estarían orgullosos de ver concretada la promesa del gobierno sueco. El mundo necesita de una diplomacia activa, no de gabinete ni cocteles, sino de la acción política pragmática en el terreno que tenga como principal objetivo concretar acciones en beneficio de todos los seres humanos vulnerados por el azote inmisericorde de la guerra.   

sábado, 30 de junio de 2012

Carta a nulistas, abstencionistas e indecisos


I

Estimados amigos

La lucha por los derechos políticos en todo el mundo ha sido una verdadera odisea, con toda la carga griega del término. Un viaje lleno de peripecias, de victorias en contra de abusos al parecer eternizados, de distintos caminos tomados a través de la aparición de ideologías, como el liberalismo y el socialismo, que aunque diversas entre sí, vieron en la participación política a través del voto una condición indispensable para construir sociedades más iguales, más dinámicas, pero sobre todo, más justas.
    Votar no siempre ha sido una garantía tan fácil y normal como en la actualidad. La humanidad ha luchado infatigablemente para obtener este derecho y obligación simultáneas. Así fue de manera particular con aquellos grupos no privilegiados por el poder como las mujeres, las minorías étnicas y sobre todo los desposeídos, los pobres. Recordemos cómo para el liberalismo clásico decimonónico votar sólo podía ser una prerrogativa de los propietarios. Sólo así, de acuerdo a la teoría política lockeana, se podía construir un Estado capaz de garantizar el dinamismo económico y la estabilidad política necesarias para crear un mercado óptimo. Asimismo, recordemos cómo a raíz de la división del trabajo a partir de la era monolítica la mujer fue disminuida a mera garante del orden familiar, sin ninguna posibilidad de participar en la toma de decisiones sobre asuntos públicos. Ni si quiera la intromisión inmediata al ámbito social de revoluciones como la francesa, la mexicana, la rusa y la china, por decir las más importantes, supieron entronizar a la universalidad del género humano como agente de cambio en la política estatal.
    Sin embargo, los frutos de luchas sociales perseverantes como las de José María Morelos, Martín Luther King, Nelson Mandela, por señalar los casos más emblemáticos y guardando sus respectivas proporciones, modificaron estructuras mentales a través del trabajo perseverante, la resistencia civil audaz y en algunos casos el uso de la violencia focalizada. Muestra de ello es que los conceptos cambian a través del transcurrir de los años. En la actualidad la impronta liberal clásica ha mutado de manera sorprendente: cualquier individuo enemigo del sufragio universal, es etiquetado como conservador recalcitrante, hijo del medioevo o amigo del Ku Kluk Klan. Por consiguiente, la paulatina obtención del sufragio universal en la mayoría de los países del orbe fue una victoria contundente en contra del conservadurismo, el tradicionalismo, el tribalismo y todas las formas culturales conducentes a perpetuar la repartición del poder a un sector privilegiado, como los clanes, señores feudales, jerarquías eclesiásticas, casas reales, propietarios dueños del capital y burocracias corporativas como en el fascismo, el nazismo, el socialismo real y autoritarismos del tipo dictatorial como en América Latina, Asia y África.
    Votar no es pues ningún asunto menor. Representa uno de los pilares básicos sobre los que se crea el Estado. Es el mecanismo más inmediato que tiene la población para reemplazar a una clase dirigente en el poder. Legitima el orden político gobernante y, por lo tanto, responsabiliza así a la ciudadanía de procurar el establecimiento de una sociedad en la que la madurez de la democracia política pueda corresponder a las aspiraciones colectivas en materia de justicia social. Por consiguiente, el abstencionismo consciente es el acto más aberrante que pueda existir en el ámbito político. Ciertamente la ciudadanía tiene el derecho de manifestar su oposición a cualquier tipo de régimen. Pero en las sociedades democráticas de corte liberal abstenerse resulta ser una posición de comodidad , de intransigencia y sobre todo de irresponsabilidad cívica.
    Existe una máxima muy importante aplicable para todos aquellos creyentes en el abstencionismo: “a los actores políticos se debe juzgar por las consecuencias de sus actos, no por sus intenciones”. La intención del que se abstiene es manifestarse en contra de la totalidad de un sistema injusto. Por legítima desde el ámbito moral que ésta sea, la consecuencia de su acto es, sin embargo, perpetuarlo debido a la efectividad de la decisión que resulta del voto, consciente o no, efectuado por la población activa.  
II

A partir de 1988 la temporada electoral en México se ha manifestado como una época en la que la ciudadanía tiene la posibilidad de modificar la clase que nos gobierna. Se hizo evidente tras la controvertida elección de ese año que la voluntad popular SÍ podía hacer temblar a los hombres que tejen los hilos del poder. La materialización de este logro tuvo lugar en el año 2000, cuando el candidato opositor, Vicente Fox, ganó de manera contundente la elección presidencial. La traición de Fox a la democracia es evidente cuando hace algunos días declaró su decidido apoyo al candidato del partido que tanto “combatió” en su carrera como político. Eso resulta tan increíble como haber visto a Lutero dándole la mano al Papa arrepentido de su rebeldía.
    La también controvertida elección de 2006 significó la oportunidad de elegir entre la continuidad de la “transición”, la oportunidad de pugnar por un proyecto alternativo de nación o regresar al esquema imperante durante 70 años. Se eligió la primera opción y sus resultados también son más que obvios. Algunos de sus principales defensores se escudan en la ficción de la estabilidad macroeconómica para volver a votar por el PAN. Su argumento es válido, mas no verdadero. La economía mexicana no es justa bajo ninguna circunstancia. Se mantiene en niveles estables con base en operaciones complejas que la empatan con la economía global. Está hipotecada ante los poderes de la especulación financiera y depende en gran medida del capital internacional.
     Adelgazar al Estado es una política necesaria, responsable y efectiva para dinamizar el mercado interno, crear pequeñas y medianas empresas en sectores estratégicos y por lo tanto, generar empleos.  Sin embargo, la política económica neoliberal no ha estado acompañada por la efectiva implementación de instituciones, leyes y políticas públicas que fomenten la competitividad, la innovación y el dinamismo económico. Más aún, las leyes e instituciones que de manera simbólica se han creado han estado corroídas por el flagelo lacerante de la corrupción, el clientelismo y el tráfico de influencias. Funciona en México un “crony capitalism”, por usar la expresión del Nóbel de Economía Joseph Stiglitz. Es decir, un capitalismo que fomenta el estancamiento, que se justifica a sí mismo por mantener niveles tolerables de inflación, pero que, como bien señaló la CEPAL en su último informe, genera el mayor lastre de pobreza en el continente. Además, la base macroeconómica que ha posibilitado a México no caer en crisis tan tremendas como la griega o la española, no fue ni si quiera trabajo del PAN, sino idea e implementación del PRI neoliberal de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
    No nos confundamos. Haber sorteado una crisis de manera pírrica, en ningún momento equivale a señalar que la política económica ha resultado ser un éxito. Parece ser que a muchos economistas se les olvida que la economía no es sólo una ciencia o una disciplina compuesta de variables matemáticas complejas. La economía va más allá. Debe ser ante todo un pilar sobre el cual erigir una plataforma de desarrollo social. Por lo tanto, un modelo económico que no privilegie la justicia social es por demás fallido. Si queremos pruebas basta viajar al “México profundo”, a aquel sector olvidado, improductivo y erosionado, no sólo por las inclemencias del tiempo, sino sobre todo por la falta de realismo en la elaboración de las políticas económicas. La realidad y la experiencia exceden siempre a la teoría y la especulación. Parece ser que la clase política gobernante no ha entendido nunca esta ecuación.  
   Fuera del argumento económico no existe motivo alguno para darle continuidad a una “alternancia” que ha demostrado su efectividad en generar violencia y su ineptitud para mejorar la calidad de la educación, combatir la corrupción en todos los niveles procurar un sistema de impartición de justicia equitativo y luchar activamente por los derechos de nuestros migrantes en Estados Unidos.
     El cambio pues es una necesidad, no un lujo ni un experimento. A partir de 1988 han comenzando procesos bastante significativos como el fortalecimiento de la participación ciudadana en las elecciones. No podemos ser ciegos ante este acontecimiento. Es a través de este medio como podemos encausar la transformación de México. Valdría la pena preguntarse si no estamos dispuestos a aceptar este medio de cambio. ¿Preferiremos entonces la revolución?

III

El Distrito Federal es el hecho más concreto del poder transformador del voto. A partir de la primera elección democrática en 1997, la oposición emprendió un proyecto renovador de la ciudad que ha dejado buenos resultados para la población. Todas las asignaturas de la administración pública han mostrado un cambio a la antaño regencia autoritaria desde Los Pinos. Poblaciones vulnerables como personas de la tercera edad, estudiantes de colonias marginales por decir algunos, tienen más acceso a servicios, son consideradas en programas sociales y por lo tanto tienen más oportunidades de mejorar su calidad de vida. Asimismo, los niveles de inseguridad han disminuido de manera importante. A pesar de su tamaño demográfico, la capital no tiene niveles de inseguridad como Culiacán, Nuevo Laredo, Torreón, ni que decir de Juárez. Asimismo, el transporte público se ha ido renovando paulatinamente. El apoyo a la cultura ha sido inusitado. Actualmente la Ciudad de México es el corazón cultural de Iberoamérica.
    El gobierno ha utilizado a la iniciativa privada para propulsar sus iniciativas. ¿Ha sido populismo? Por supuesto que no. Vayamos de nuevo a los conceptos pues el populismo en filosofía política se caracteriza por ser la ideología puesta en servicio de la satisfacción de las necesidades políticas de las masas con tal de perpetuar una burocracia corporativa en el poder en contra de los intereses privados. En la ciudad de México se ha ratificado democráticamente al proyecto comenzado por Cuauhtémoc Cárdenas, la iniciativa privada ha sido pivote del desarrollo y la clase media ha vuelto a decir SÍ cada seis años. ¿Por qué no llevar este esquema al plano nacional?¿Por qué no votar por Andrés Manuel López Obrador?¿Por qué tenerle miedo al cambio?¿Por qué seguir viviendo atados a las cadenas del prejuicio y la desinformación?¿No nos dice nada la campaña de desprestigio emprendida por el aparato multimedia de este país contra el tabasqueño desde su gestión en la capital?
    Considero que no estamos en momentos fáciles de la vida nacional. Necesitamos cambiar. Aspirar a un México mejor. Ciertamente el cambio no lo trae un solo individuo. Es evidente que la transformación radical de una sociedad requiere del arduo trabajo de cada uno de sus integrantes. De la dedicación constante y perseverante de todos los individuos que forman su engranaje. Sin embargo, también es cierto que se necesitan hombres adecuados que sepan encausar la fuerza productora de cada persona. Que sepan poner en alto los intereses de la población por encima de las cúpulas económicas, corporativas y políticas. Yo les pregunto si lo ha hecho el PRI y el PAN a nivel federal. Es evidente que no.
    Anular el voto es una expresión legítima y legal, pero ante todo es una decisión cómoda y poco audaz. Todo cambio en la vida de las personas requiere audacia, coraje y esperanza. Valoremos pues el arduo camino que han recorrido nuestros antepasados en la obtención del sufragio universal y rindamos tributo a la lucha de la humanidad ejerciendo este derecho. Informémonos también de cómo han sido verdaderamente las cosas en la historia reciente de este país y sabremos que el PRI y el PAN han abusado del poder en beneficio propio. Dejemos de creer en prejuicios y asumamos nuestra responsabilidad ciudadana en beneficio de toda la nación. Otro México es posible y lo mejor de todo es que está en nuestras manos comenzar a cambiarlo.
     Ciertamente la democracia no es la panacea para cumplir el fin de una sociedad justa, pero sí uno de sus principales medios. Es increíble tomar conciencia de cómo a través de nuestra voluntad y acción podemos coadyuvar al establecimiento de un mejor gobierno. Vale la pena intentarlo. Ya lo hicimos en el año 2000 y fracasamos. No veo por qué debamos de abstenernos de apostar por un cambio otra vez. Es nuestra responsabilidad como personas privilegiadas en la educación. Debemos de aprovechar esa sabiduría pues como dijo el sabio griego Epícteto hace miles de años, “el hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos”.

miércoles, 23 de mayo de 2012

México y las elecciones de 2012 (I)



PELIGRO DE UNA REGRESIÓN FATAL



Partir de la desesperanza, el pesimismo y la angustia social para analizar un fenómeno político de la magnitud de una elección presidencial es una actitud cómoda para todos aquellos individuos posibilitados de ejercer la herramienta filosófica más poderosa para reconstruir los cimientos sociales: el pensamiento crítico. La presente serie de reflexiones se basa en la premisa de que México es un país que ha cambiado esencialmente en los últimos 20 años. El autor afirma que han existido procesos estructurales que han hecho pensar que el rumbo de la historia puede ser mejor si se toma conciencia de que las generaciones presentes somos responsables de continuar con la correcta marcha hasta el momento emprendida, enmendar las situaciones en donde claramente se ha visto que el fallido cambio ha resultado en algo testarudo, irresponsable e inconsciente y proponer acciones en todos los niveles para reconstruir el presente, asumir sin negar el pasado y planear el futuro.
       Resulta evidente afirmar que todo proyecto de reconstrucción de un orden social debe pensar en los que vienen detrás de nosotros, en aquellas criaturas que aun sin aparecer físicamente ya se proyectan en el horizonte que crea la práctica constante del verdadero amor entre dos seres humanos. Su reconocimiento explícito implica asumir la gigantesca tarea que requiere mirar globalmente y tener audacia para actuar con decisión en nuestro entorno inmediato: conjuntar la destreza mental con dos horizontes que determinan los alcances y límites de la voluntad del hombre: tiempo y espacio.
     Para transformar cualquier estructura social, aspirar a modificar un régimen político, luchar con fervor por alcanzar una revolución cultural y contribuir a desarticular un injusto sistema económico se requiere conjuntar en todas sus variables la interpretación que la mente humana hace de estos dos elementos: tiempo y espacio. Larga y corta duración, lejana y cercana distancia, pequeña y grande magnitud, fuerte y débil impacto: opuestos todos que vistos a nivel global se convierten en aliados inseparables, ecuaciones imprescindibles, productos sofisticados del pensamiento crítico. Por consiguiente, el verdadero cambio en cualquier ámbito de la humanidad sólo se puede dar si cada una de las personas que habitan un espacio, que asumen la temporalidad de su capacidad de acción viven de acuerdo a la siguiente noción: el hombre es un ser que puede recrearse a sí mismo, proceso que a su vez conlleva de suyo a recrear su entorno y transformar su realidad.
      La noción de que el hombre puede recrearse a sí mismo, modificarse y aspirar a redimirse es un gran avance del pensamiento moderno que tiene sólo un par de siglos de formar parte del imaginario colectivo de las sociedades en todo el mundo. Hegel concebía al pensamiento como el medio mediante el cual el hombre se producía a sí mismo. Marx “volteó” la estructura de pensamiento idealista para afirmar que efectivamente el hombre se produce a sí mismo, pero no sólo a través del pensamiento o enriquecimiento del espíritu sino más bien a través de la conjunción de la relación entre la naturaleza y la capacidad física del hombre: el trabajo como herramienta redentora y transformadora de la realidad.
         Introducir este postulado filosófico no es ocioso si se toma en cuenta que para modificar el curso de una elección presidencial es necesario considerar que los ciudadanos tienen la oportunidad de recrearse a sí mismos, de producir su propia realidad no sólo a través del trabajo y del pensamiento, sino de ambas consideraciones. Votar es un acto muy importante de los millones que existen para recrear nuestra sociedad. Ni la ortodoxia marxista materialista atea, ni el idealismo reaccionario hegeliano. Desde tiempos de su concepción, la negativa de ambas propuestas ha degenerado en la proposición de sistemas de “interpretación” de la realidad que tienen como base el pesimismo, el relativismo y la desesperanza. Cualquier referente a la posmodernidad no es ninguna casualidad.
     Asumir la falta de capacidad de acción, voluntad transformadora e inventiva revolucionaria es pensar como Sartre cuando afirmó que la muerte de un hombre es como matar a dos pájaros de un tiro pues “yace en el suelo un hombre muerto y un hombre libre”. Antítesis de la cultura de la vida, una oda al nihilismo: nada vale, nada se puede hacer, todo está realizado, la historia se impone, no se crea.
      Hannah Arendt enfatizó el elemento revolucionario por excelencia en las mentes de los individuos que tuvieron el coraje de modificar con las manos el curso del reloj de la historia: “la pasión por la compasión”, por el sufrimiento del de enfrente. La actitud pesimista es reaccionaria ante esta consideración. Parte del supuesto de que  no, nada se puede modificar. La obediencia, enmascarada de fuga de la realidad, es el único camino, uno de pasividad, inacción y egoísmo. El mismo Schopenhauer afirmó que “la compasión es la esencia misma de todo amor y solidaridad entre los hombres”. Pasión por la compasión, solidaridad y amor, valores que la filosofía política ha tomado prestados de la ética para explicar la actitud de los hombres ante los vaivenes de la historia.
     Es importante mencionar este tipo de consideraciones filosóficas porque como sociedad se ha llegado a la creencia en la inevitabilidad del destino. Es puritanismo puro o puro puritanismo, como se le quiera etiquetar, el asumir creencias “predestinadas”. En este sentido, Enrique Peña Nieto se erige como un predestinado políticamente: Calvino estaría feliz de ver cómo el inconsciente colectivo no sólo cree sus conceptos sino que los seculariza y vive en carne propia. Se asume que será inevitable que el mexiquense llegue a la presidencia o que si llega, la tragedia se cernirá sobre nosotros y todo estará perdido. No se trata de tener fe ciega en la alta política, ni si quiera de vapulear a tan noble arte, sino de asumir la “politicidad” de nuestra vida y dejar de considerar al ejercicio electoral como un corte de caja, gestor de proyectos de vida, asesino de sueños por construir.
      Cuando Bolívar Echeverría aseguró que no todo en la política es político, ni todo lo político es política, llamó la atención a los hombres dedicados a las humanidades y las ciencias sociales para reflexionar en torno a cuándo sí se puede actuar dentro de un marco político formal o institucional y cuándo debe hacerse por otros medios. No es el objetivo de este texto enumerar, explicar y analizar esos medios no institucionales para modificar un sistema político, más bien, lo que se defenderá es la necesidad que actualmente se tiene de votar en las siguientes elecciones para evitar el acenso a la presidencia de un sujeto que representa a un proyecto oligárquico nocivo para la regeneración de la sociedad mexicana.

Líneas arriba se mencionó que el país había transitado por cambios históricos dignos de considerarse como loables en la búsqueda de una mejor sociedad. No se puede hablar con responsabilidad si todo el tiempo se afirma que en México “nada ha cambiado”, que “todo sigue igual”, que “todo es lo mismo”, “seguimos como siempre”. Se puede esperar ese tipo de afirmaciones por parte del grueso de la sociedad, del ciudadano de a pie. Es muy probable que para millones de mexicanos exista un estancamiento individual tan frustrante que esas verdades sean inamovibles. Aunque, como se verá más adelante, también existen elementos para refutar semejantes sentencias. Sin embargo, de algún integrante del mundo académico, intelectual, profesional o llámese como se llame, no se puede esperar clamor tan condenatorio.  Jorge Carpizo, en su momento, llamó a este tipo de individuos como los “ayatolas mexicanos”, conservadores que se escudan en el miedo al cambio diferente al de sus atrincheradas y rancias ideologías: ultracatólicos, comunistas, socialistas, anarquistas, neozapatistas, populistas, nihilistas, posmodernos, etc. 
     Debemos partir entonces de que el México actual es mejor que el México de hace 20 o 30 años. En el rubro político y económico se han dado avances  dignos de mencionarse.
       El argumento popular que más se escucha en taxis, filas de tiendas, en el campo y en todos los lugares en donde crea su mundo la fatigada clase trabajadora de este país es que antes “las cosas estaban mejor”, “robaban pero dejaban robar”, “había corrupción pero repartían el dinero”, “circulaba más efectivo”, “había menos pobreza”, “todo estaba más barato”, “antes alcanzaba con el salario mínimo”. La percepción de la ciudadanía es importante porque sirve como termómetro para entender porqué la tendencia electoral hacia Peña es tan sólida. Pero eso es el nivel discursivo, aun cuando en las vidas personales de las familias de la clase popular parezca existir un estado de completo estancamiento o retroceso económico la realidad es diferente. Es importante señalar brevemente por qué se afirma semejante consideración tanto a nivel micro como macro.
     En el nivel micro la economía se ha dinamizado en muchos aspectos. A partir de las reformas económicas proyectadas desde el sexenio de Miguel de la Madrid y comenzadas de manera sistemática con Carlos Salinas de Gortari el mercado interno mexicano se ha vigorizado en muchos aspectos. La sociedad tiene mayor opción de compra en rubros como bienes de consumo duradero, manufacturas, productos ensamblados, ni que decir de la industria de los servicios. La oportunidad de libre asociación económica y la creación de pequeñas y medianas empresas se disparó de manera espectacular a partir de los años ochenta y hoy las pymes son un pilar importante de la economía nacional. Es cierto que el efectivo escasea y que antes alcanzaba para más, pero esto era a costa del mantenimiento de una burocracia excesiva y una política macroeconómica que tarde que temprano resultaría en una crisis de tremendas proporciones. (Ojo, la crisis de 1994 fue de diferente naturaleza, tuvo como origen la excesiva descapitaliación de las finanzas del país por una creencia fundamentalista en el neoliberalismo). Ciertamente, en la actualidad la burocracia sigue desfalcando las arcas nacionales, pero comparado con el volumen económico que demandaba el mantenimiento de los subsidios, de las miles de empresas innecesarias con el PRI estatista la economía popular se ha hecho más dinámica.
     A nivel macro la asignatura en la que más ha mejorado el comportamiento de la economía nacional es el control de la inflación. En 1988 se llegó casi al 180%, mientras que actualmente a pesar de la crisis financiera global, la inflación no ha subido del 4%. (Banco Mundial, 2011) En este sentido la política económica implementada a partir de Carlos Salinas ha sido exitosa y aquellos que busquen algún argumento contrario basta invitarlos a ver las crisis en países europeos como España, Grecia, Portugal e Italia. En todos esos países el derruido Estado de bienestar ha pagado el precio de la vorágine capitalista neoliberal, mientras que en México no ha sido necesario implementar políticas de austeridad tan salvajes.
     A pesar de todos estos avances en materia económica, sigue existiendo una asignatura pendiente en la que Enrique Peña no aportará ningún cambio: la reforma fiscal. Es muy preocupante que el priísta no hable de manera contundente sobre esta cuestión. Sin reforma fiscal no puede haber un cambio integral en la búsqueda de terminar con las enormes diferencias sociales que existen en México. El regreso del PRI a Los Pinos significaría regresar a viejos vicios clientelares, que aunque, desde luego, no habían sido abandonados del todo con el PAN, sí habían sido menos difíciles de llevar a cabo debido al fomento de la transparencia y la rendición de cuentas comenzada en la última década del siglo pasado. La institucionalización de estos procedimientos políticos peligra de regresar el PRI a la presidencia. Ese es un partido cuya esencia misma es la creencia que desde el poder todo se puede seguir ocultando, que la ciudadanía misma está dormida en un lecho de conformismo e inacción.
      La administración de Peña en el Estado de México estuvo plagada de irregularidades en todos los ámbitos de la administración pública y la materia fiscal no fue la excepción. Tal como lo documentó de manera magistral Jenaro Villamil en su trabajo periodístico Si yo fuera presidente, el manejo de las finanzas del estado se llevó a cabo con el mayor secretismo posible, se permitieron tergiversaciones y desvíos de fondos públicos, pero sobre todo se alcanzaron niveles de corrupción tan escandalosos que de llevarse a nivel nacional ocasionarían más problemas al comportamiento de la economía mexicana.
     En suma, en el ámbito económico han existido mejoras en los últimos 20 años. En algunos aspectos el balance es positivo, sin embargo, por supuesto que cambios estructurales en la política económica neoliberal son más que necesarios. El desigual repartimiento de la riqueza sigue siendo un terrible lastre, restregado constantemente por organizaciones internacionales como mostró el último informe sobre pobreza en América de la CEPAL. Lo preocupante es que, de ganar la presidencia, Peña reproducirá viejos vicios, continuará con iniciativas tan testarudas como el TLC en el rubro agrícola y en las asignaturas en donde se ha avanzado, como en la rendición de cuentas, definitivamente se retrocederá.
     En el ámbito político los avances de México con respecto a hace 20 o 30 años son más palpables que en el económico. La participación ciudadana se ha manifestado de manera sorprendente en las elecciones de 1988, 2000 y 2006. El voto en estos años se ha manifestado como una verdadera herramienta de cambio. El ciudadano acarició, para después encontrar una amarga desilusión, las mieles del cambio con Fox y la posibilidad de enmendar la plana en la última elección federal. Semejante vida política hace 30 años era impensable. Aquel régimen unipartidista, cuasiomnipotente fue vapuleado por la ciudadanía en la elección de 2006, pero ahora, con la figura de Enrique Peña a la cabeza, espera con ansias su regreso a la dimensión que lo vio nacer hace más de setenta años: el poder. El centralismo, gran tragedia mexicana desde tiempos decimonónicos, espera vigorizarse de llegar el mexiquense a la presidencia.
     Recientemente el candidato de la coalición “Compromiso por México” “lanzó” un decálogo político. Si Alicia tuviera elecciones en su país habría copiado a Enrique Peña su maravilloso documento. Aquí la pregunta que se debe lanzar a la palestra es si es realmente plausible creer que de llegar a la presidencia realizaría lo prometido. Demasiada ingenuidad – ¿o ignorancia?- después de ver los excesos de su administración en el Estado de México. Todas sus propuestas son loables, libertades políticas a todos los miembros de la sociedad, límites democráticos al ejercicio del poder, “rechazo a la discriminación, impulso al diálogo entre poderes, garantizar elecciones libres, avanzar en la transparencia y rendición de cuentas y replantear la relación política del gobierno federal con estados y municipios”. Nada nuevo bajo el sol en términos discursivos, aunque si esto se cumple habría que cambiar el dicho popular pues diríamos ahora ¡los olmos ya dan peras!
     México se encuentra en serio peligro. Todos sabemos su nombre, no precisamente porque sea una persona con demasiado poder. De hecho, lo que caracteriza a Enrique Peña Nieto es la total ausencia misma del acto humano más gratificante, placentero y satisfactorio que la mente pueda corroborar a través de la acción: el poder. Vayamos a la teoría para comprender este fenómeno tan peculiar en la historia política moderna.
    El derecho clásico romano legó al pensamiento moderno tres fuentes de poder que caracteriza la organización de la polis, (llámese Estado en tiempos modernos): auctoritas, potestas e imperiumAuctoritas se refiere al poder que se confiere por el reconocimiento público, por el prestigio, la fama, sabiduría, confianza y experiencia. Huelga afirmar que Peña no tiene ningún prestigio, buena fama o sabiduría. Experiencia política desde luego que sí, gobernar el estado más importante del país algo deja, pero desafortunadamente en política la experiencia no necesariamente significa buen gobierno.
    Potestas tiene diferentes acepciones, pero a partir de la Ilustración fue muy claro que esta fuente de poder recayó en el pueblo, para dejar de ser un atributo de los magistrados, legisladores, administradores, interpretadores y observadores de la aplicación de la ley para el correcto funcionamiento de la sociedad. El desarrollo del término de soberanía popular, a través del cual la sociedad se convertía en su propia gobernante, -la voluntad general de Rousseau-, obscureció la potestad ejercida por el magistrado como individuo. En términos de poder de un magistrado, potestas, era precisamente la función que detentaba para llevar a cabo su labor política. Su cargo mismo legitimaba el poder que ejercía. Peña asumiría técnicamente este poder por las mismas implicaciones del ejercicio de gobierno. Sin embargo, proponer leyes, decidir sobre controversias y aplicar justicia no es un atributo que competa el ejecutivo federal sino al poder judicial y legislativo. En este sentido, la potestad presidencial sólo se reduciría a proponer o vetar leyes. Entonces, ¿tendría realmente poder?
     La tercera fuente de poder es imperium. Su carácter era más coercitivo que administrativo, legislativo y organizacional. Imperium confería el poder de control sobre las tropas al cónsul, procónsul, dictador o emperador según la época en la historia romana. Con la aparición del constitucionalismo occidental, a partir de la independencia de Estados Unidos, fue de uso común en las doctrinas de legitimación de gobierno de las repúblicas poner todo el poder de las armas solo a disposición de la cabeza del Ejecutivo. Este ejercicio de poder ha resultado ser el más problemático en la era tecnológica. Ha devenido en masacres y genocidios propiciados por todo tipo de organización política:  repúblicas “mesiánicas” en Saigón o Bagdad, monstruos burocráticos en Siberia o Auschwitz, “letradas” dictaduras en Buenos Aires y Santiago: todos han abusado de su voluntad de poder coercitivo de manera estrepitosa para sus sociedades.
      En México este ejercicio de poder tuvo un periodo igual de tremendo que en otras regiones con la guerra sucia de los años 70. Pero ni si quiera estos abusos generaron la convulsión social tan generalizada que la guerra contra el narcotráfico ha  propiciado: Calderón será juzgado por la historia por ser, después de Victoriano Huerta y Plutarco Elías Calles, el mandatario cuyo ejercicio del poder coercitivo (imperium) sumió al país en un estado generalizado de violencia tan nocivo para el ya de por si descompuesto tejido social en México.
     Conjuntar este poder con una personalidad política como la de Enrique Peña, como ciertamente ya lo mostró en Atenco, no es nada esperanzador. Y requiere tener cierto grado de locura- “esquizofrenia colectiva” diría Frued- pensar que elegir a este candidato podría mejorar las condiciones de la sociedad. Si un Calderón, que antes de ser presidente nunca en su vida política había si quiera soñado con ordenar el disparo de una pistola, mostró los riesgos del poder militar usado sin inteligencia  alguna, qué se puede esperar de un Peña que ya experimentó el placer que genera la represión y la violencia.





        Aquellos “indecisos” electoralmente hablando; aquellos “ultras”, “radicales”, “críticos”; aquellos “altermundistas”, “globalifóbicos” y “anticapitalistas” que volteen a ver a su alrededor. Piensen bien en la inconsciencia que representa boicotear un proceso electoral y permitir una posible regresión fatal para la vida nacional en México. Las circunstancias del momento han condicionado que la única manera de evitarlo sea votando no sólo en contra de Peña, sino a favor de Andrés Manuel López Obrador, un candidato que si bien no es la salvación de este país, -no existen mesias políticos- sí puede sentar las bases para que NUESTRA generación, una alejada de esta partidocracia, de esta podredumbre burocrática y de esta farsa mediática, pueda construir día a día con más ahínco y audacia una sociedad libre, fraterna, y sobre todo, justa.   

lunes, 5 de abril de 2010

La decadencia de la jerarquía católica global













Las recientes declaraciones del arzobispo Noberto Rivera Carrera representan el cinismo al que puede llegar la jerarquía católica. El señor Rivera señaló hace algunos días que era inadmisible el encubrimiento de pederastas por parte de cualquier sacerdote, no importando su rango dentro de la estructura de la Iglesia. (La Jornada, 1.4.10). Yo me pregunto si el señor Rivera no se habrá mordido la lengua, pues si hacemos memoria, podemos recordar el caso de pederastia protagonizado por el padre Nicolás Aguilar de Tehuacán, Puebla. Este caso viene a colación porque fue precisamente Norberto Rivera Carrera quien encubrió a este sacerdote pederasta e incluso autorizó su traslado a otras diócesis sin informar los antecedentes que el padre Nicolás tenía. (Cfr. Rodrigo Vera, Proceso, no. 1566, “Encubrimiento documentado”, domingo 5 de noviembre de 2006.)

La historia es bien conocida. El caso de Rivera fue llevado a una corte en Los Ángeles. El primer hombre al mando de la Iglesia en México no sólo se enfrentó a los padres de las víctimas que sufrieron a manos del padre Nicolás, sino también a otros primados que rechazaron las versiones de Rivera Carrera, como fue el caso del obispo de Los Ángeles Roger Mahony, quien advirtió a las autoridades que nunca le fue avisado por parte de Rivera Carrera el comportamiento del padre Nicolás. (La Jornada, 7.8.07)

A pesar de las pruebas documentales de la propia Conferencia del Episcopado Mexicano, que muestran que efectivamente Rivera autorizó el traslado de Aguilar a sabiendas de sus antecedentes, de las contradicciones en las que cayó durante sus comparecencias en los juicios llevados a cabo en Los Ángeles, del clamor de decenas de padres de familia cuyos hijos fueron víctimas del padre Nicolás, Norberto Rivera Carrera fue absuelto y continúa oficiando misa en la Catedral Metropolitana. ¿Tiene autoridad moral para hacerlo?

Otro jerarca de la Iglesia Católica en México es Onésimo Cepeda. Su caso es también a todas luces conocido. Gusta realizar fiestas de cumpleaños que cualquier magnate estadounidense bien podría envidiar. Sus invitados no son precisamente miembros de la humilde feligresía de la diócesis de Ecatepec. Más bien son miembros de la cúpula política y económica que controla a este país. Llegan en helicópteros, disfrutan de suculentos banquetes. Pero eso sí, al domingo siguiente el señor Cepeda se quita su traje de mafioso y se pone su disfraz de obispo para en la homilía decirle a su feligresía que se contente con lo que Dios les ha dado en esta vida, al fin y al cabo, el paraíso se alcanza en la siguiente vida, no en nuestra efímera vida terrenal. Actitudes como las de este jerarca lo único que hacen es alimentar el viejo mito protestante (nacido en el sigo XVI tras la Reforma luterana que más que ser una interpretación teológica de las sagradas escrituras fue una herramienta política en contra de la España católica en el marco de su proceso de contrarreforma) en el sentido de que el catolicismo era una religión que fomentaba la pobreza terrenal, mientras que el protestantismo, por el contrario, traería el reino de Dios al mundo de los hombres. Si analizamos las sagradas escrituras caeremos en la cuenta de que éste es un argumento falaz, pues en varios pasajes del Evangelio (signado tanto en la Biblia católica como en la protestante) Cristo señala lo contrario. Basta recordar un par de parábolas: la de las diez jóvenes y la de los talentos, en esta última Cristo concluye su enseñanza con la siguiente máxima: “al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene.” (Mt 25, 1-30)

No obstante sus ostentosas fiestas de cumpleaños y la distorsión de la Palabra del Señor de la que vive, el señor Cepeda también suele hacer fraudes. A los que se preguntaban porqué Cepeda es amigo de tanta personalidad política y empresarial aquí está la respuesta. Son igual de fraudulentos. Todo está perfectamente documentado. Es información de dominio público, además de que de buena fuente personal tengo conocimiento que el sonado caso del obispo de Ecatepec, en referencia a la sucesión testamentaria de Olga Azcárraga y el caso de las pinturas de grandes artistas desde Modigliani hasta Siqueiros, debía finalizar en una sentencia en contra el obispo, merced a su fraudulento intento de expedir un pagaré por 130 millones de pesos a la señora Azcárraga; dinero que por cierto nunca entregó. (La Jornada, 15.10.08). Sin embargo, en parte debido a la falta de pericia del grupo de abogados que finalmente resolvió el caso, aunado a la tradicional impunidad de la que goza la cúpula política, económica y religiosa en este país, el obispo fue absuelto por el Juzgado 30 penal del Reclusorio Sur. (Proceso.com.mx, 11.2.10)

En general, Onésimo Cepeda se comporta más como un mercenario (recordar que fundó Inbursa junto con Carlos Slim) que como un religioso comprometido con los pilares fundaciones del cristianismo. Este señor, lo mismo que Norberto Rivera, se han olvidado de la Palabra que tanto pregonan en el púlpito. Son una vergüenza para la fe católica.

Por otra parte, del lado regular de la Iglesia, el caso de Marcial Maciel es dramáticamente desgarrador. Un hombre que en vida fue para miles de personas fue un modelo a seguir, una sólida figura en el ámbito moral, un verdadero pastor dedicado al cuidado de su rebaño, es en realidad un delincuente, cuyo lugar en la tierra debió ser una cárcel y no un aula, y cuya alma seguramente estará sufriendo los suplicios de los eternos infiernos, no precisamente los vergeles del Paraíso Celestial. Me queda claro que Maciel no está si quiera cerca del Santo Padre, ni del Santo Hijo ni del Santo Espíritu Santo. Su alma y su espíritu, sin lugar a dudas, están con Belcebú, Lucifer y compañía.

No es de extrañarse que esto pase con varios de los altos jerarcas católicos, pues en el México contemporáneo todas las instituciones sociales están degradadas por los tres pecados capitales en la historia de este país: la impunidad, la corrupción y la desigual distribución de la riqueza. La Iglesia no es la excepción. Empero, lo preocupante es que no sólo es en México, sino que a nivel global la Iglesia vive actualmente una de sus peores crisis en la historia contemporánea. Sólo se me ocurre un parangón en la historia de esta milenaria institución. Aquella de la Italia de los siglos XIV a XVI en donde la jerarquía eclesiástica estaba compuesta por verdaderos mercenarios de la guerra y la política. Los obispos tenían hijos, empezando por el de Roma claro, (¿quién no recuerda al infame Alejandro VI?) se mataban los unos a los otros, conquistaban territorios para saciar sus necesidades materiales, etc. El legado historiográfico de hombres como Leopold Von Ranke, Francesco Guicciardini e incluso el mismo Maquiavelo en su faceta como historiador, posibilitan conocer aquella realidad que, ciertamente en contenido es harto diferente a la de hoy, pero que en sustancia no dista mucho de lo acaecido hace siglos: es decir, la inmoralidad y decadencia en la que estuvo y está inmersa la jerarquía católica global.

En los últimos meses, cual efecto dominó, se han presentado casos de pederastia en México, Estados Unidos, Irlanda, Brasil, Alemania (tanto en la parte occidental como en la oriental), Austria y Suiza. El abuso sexual de niños ha escandalizado a la comunidad internacional sin precedente alguno en las últimas décadas. Lo más lamentable de la situación es que el propio Papa está implicado en casos de encubrimiento de pederastas. O al menos así lo da a entender la serie de reportajes documentados del prestigioso diario The New York Times. (véase NYT 22,25, 26, de marzo de 2010, en especial, 25 de marzo,“Vatican Declined to Defrock U.S. Priest Who Abused Boys". p. 1-A.)

El caso de Irlanda es sobremanera especial. Pero nada de lo que México no sea ajeno. Resulta que el cardenal Sean Brady, arzobispo de Arnegh, por lo tanto máxima cabeza de la Iglesia Católica en Irlanda, está implicando en encubrimiento de pederastas. Él mismo hace unas semanas se arrepintió ante el pueblo católico irlandés y mencionó que está dispuesto a renunciar si así lo desea el Papa. Sin embargo, Brady sigue en su cargo y no es probable que enfrente un juicio civil ni eclesiástico por el delito de encubrimiento de pederastia.

El siguiente dato duro es muy revelador del secretismo e impunidad con el que se maneja la Iglesia Católica. De 3000 casos remitidos a la Congregación de la Doctrina de la Fe, (ésta se encarga de juzgar los casos de pederastia de los padres de todas las diócesis del mundo) entre 2001 y 2010 sólo 20% fueron llevados a cortes eclesiásticas, y pocos sacerdotes de este mínimo porcentaje fueron expulsados de la Iglesia. Sólo 10% fueron expulsados inmediatamente. Otro 10% renunció voluntariamente, mientras que el 60% únicamente recibió sanciones y advertencias administrativas, como si lo que hubieran cometido no fuera un crimen y no debiera ser castigado tanto por el Derecho canónico como por las correspondientes legislaciones penales de cada país en cuestión. (NYT, 25.3.10).

Referir caso por caso es irrelevante. Lo que importa es resaltar la falta de credibilidad que tienen los altos jerarcas de la Iglesia. Unos por ser pederastas y otros por encubrir a estos criminales. Ambos debieran ser juzgados tanto por la propia Iglesia así como por cortes civiles.

Benedicto XVI mencionó algo muy acertado en el tradicional mensaje Urbi et orbi de Domingo de Resurrección. Mencionó que “en la actualidad la humanidad necesita una conversión moral y espiritual. Necesita de la salvación del Evangelio para emerger de una profunda crisis que requiere un cambio profundo comenzando por la conciencia”. (Zenit, 4.4.10) Pues esa conversión moral debe comenzar por los mismos que la pregonan. De lo contrario, incurren en la doble moral que tanto daño ha causado al cristianismo. Esa doble moral con la que se dirigen todos aquellos que gustan de lucrar con el catolicismo, (como los falsos panistas católicos mexicanos) logrando animadversión de la población que suele confundir los errores de la institución conformada por hombres de carne y hueso con el hermoso mensaje de esta religión. Un mensaje que tiene como pilares el amor y el perdón al prójimo. (Cfr. Mt, 5,38-46; Mc, 12,31; Lc 10,27)

Un dogma cuyos valores como la libertad y la justicia deben regular la vida de las sociedades es juzgado injustamente por individuos que se fijan en los errores de los hombres en lugar de apreciar la verdadera esencia del legado de Cristo expresado en el Evangelio.

lunes, 8 de marzo de 2010

China penetra en los Balcanes












Cuando la embajada china en Belgrado fue bombardeada accidentalmente por la OTAN en 1999, el gobierno del país asiático reaccionó de manera tibia, por no decir insignificante. El contexto internacional no era para menos pues Estados Unidos era indiscutiblemente el hegemón del planeta. Sin embargo, el equilibrio de fuerzas en la política internacional ha cambiado mucho en la actualidad.

Si bien China ya estaba en el escenario global como una potencia “emergente” hacia fines de la década de los 90, el mundo unipolar, que fue consecuencia de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, estaba en su máximo apogeo aquellos años. No fue casualidad que en esta década Estados Unidos haya peleado las dos guerras con más consenso en la comunidad internacional durante el siglo XX: la guerra del Golfo Pérsico de 1990 a 1991 y la intervención de la OTAN en la ex Yugoslavia de 1994 a 1999.

No es tema del presente escrito, pero si se analizan las consecuencias a largo plazo de estas dos guerras, se verá que en realidad resultaron ser un fracaso. Cierto, se frenaron los crímenes de guerra en Kosovo y se logró la paz en la convulsa región balcánica. Sin embargo, se sentaron las bases para otra “balcanización” de algunos países de aquella península, en especial Bosnia, cuyo régimen político, según mencionó recientemente en una entrevista el ex primer ministro bosnio Haris Silajdzic, está a punto de colapsarse debido a la falta de implementación correcta de los Tratados de Dayton de 1995, por cierto firmados bajo auspicio estadounidense en Ohio. (CNN, 1.3.10)

Por lo tanto, no será extraño si las próximas elecciones en aquel atribulado país europeo desembocan en un intento de secesión de la Republika Srpska (República serbobosnia). De ser así, los espectros de la dominación otomana se volverán a aparecer: Bosnia, como lo ha hecho desde el siglo XIX, puede atraer de nuevo los reflectores de la comunidad internacional.

El caso de Medio Oriente no es necesario referirlo demasiado. Basta recordar los dos conflictos en los que EU se empantanó durante la presidencia de George W. Bush: Irak y Afganistán. Es tal el lastre que sigue cargando EU en aquellos desérticos rincones de Asia que el éxito o fracasó (más fracaso que éxito en el caso de Afganistán) que tengan las políticas de Obama hacia ambos escenarios será definitorio para las aspiraciones de reelección del mandatario estadounidense en 2012.

Por consiguiente, si Estados Unidos en los 90 buscaba alcanzar la paz y lograr estabilidad en las dos regiones en las que intervino, es una perogrullada afirmar, entonces, que en el caso de Medio Oriente fracasó estrepitosamente, mientras que en los Balcanes, aunque ciertamente la paz se alcanzó, la estabilidad política en varios países como Bosnia y Macedonia está muy lejos de sostenerse e incluso obtenerse.

Después de este necesario marco introductorio concentrémonos en la región de los Balcanes. La realidad geopolítica de esta región del planeta desde una perspectiva internacionalista se puede sintetizar con el siguiente aserto: si en la década de los 90 el mundo atestiguó la cruenta balcanización de la península del mismo nombre, en la primera década de este siglo, e incluso ya desde la segunda mitad de la década de los 90 en el caso de Eslovenia, se ha llevado a cabo un proceso que bien puede ser calificado como la europeización y occidentalización de los Balcanes. Esto debido a la entrada de varios países como Croacia y Eslovenia a la esfera política y económica de Europa, y más allá de las fronteras del Viejo Mundo, a la estructura militar de Occidente, o sea la OTAN.

Ahora bien, no obstante esta realidad política y económica relativamente uniforme en todos los países de la península, no se puede soslayar la realidad particular de cada país, en tanto que existen Estados no occidentales que desean tener presencia e influencia en la zona amén su proceso de europeización y occidentalización.

Al hablar de poderes ajenos a Occidente, en el caso balcánico no queda duda que ha sido Rusia la potencia que más injerencia ha tenido en los asuntos internos y externos de los países de aquella región europea. Históricamente, el Imperio Ruso, después la Unión Soviética y en mucho menor medida la Rusia contemporánea, han considerado a los Balcanes como parte de su esfera de influencia, aunque no siempre su presencia ha sido de la misma magnitud. Actualmente, merced al estado de sus relaciones con Occidente y aunado a la delicada situación interna en términos económicos que vive Rusia, se ve difícil que la otrora superpotencia global luche por ganar una influencia considerable en territorios más allá de Ucrania al este, Georgia al sur y las Islas Kuriles al oriente. Rusia se debería concentrar, como de hecho lo está haciendo, en consolidar su poder geopolítico en regiones en donde lo puede hacer (como ya lo está haciendo en el Ártico); y deshacerse, a riesgo de sufrir severas humillaciones, de aquella nostalgia de la era soviética de la guerra fría.

Pero ¡oh sorpresa! actualmente no es Rusia la potencia no occidental que intenta penetrar en los países balcánicos, sino que es China, cuya potente economía le demanda una mayor injerencia, presencia e influencia en regiones más allá del continente asiático. Esto viene a colación ya que hace pocos días fue publicado un artículo en la agencia de noticias Deutsche Welle, en el que se hace referencia a la enorme inversión económica que el gigante asiático está realizando en países balcánicos, de manera especial en Serbia. Dicho sucintamente: China se encuentra realizando algo similar a lo que hizo Estados Unidos con Latinoamérica en los albores del siglo XX, (periodo de la política exterior estadounidense que se conoce como la diplomacia del dólar) que en el caso chino hacia los Balcanes bien podría ser calificada como la diplomacia del yuan.

El gobierno chino ha otorgado préstamos generosos a países como Serbia, los cuales resultan ser mucho más accesibles en términos de intereses que aquellos que otorgan las instituciones financieras occidentales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Asimismo, obras de infraestructura de gran envergadura se están realizando con dinero chino. Tal es el caso del proyectado puente sobre el río Danubio, que en palabras del autor de la citada agencia alemana Tamsin Walker, “es importante para aliviar el tránsito en Belgrado, así como para probar qué tan bien puede trabajar China con su socio del sudeste de Europa”. (Deutsche Welle 3.4.10)

Estados Unidos, en el marco de la diplomacia del dólar, comenzó su penetración en Latinoamérica mediante grandes inversiones por parte de sus corporaciones. Posteriormente, su presencia económica se convirtió en una indiscutible influencia política al grado que sólo hasta hace pocas décadas América Latina ha comenzado a emanciparse políticamente de Washington. Ciertamente China no pretende poner y quitar gobernantes en los países balcánicos como Estados Unidos lo hizo en la gran mayoría de los países latinoamericanos. Sin embargo, lo que resulta a todas luces cierto es que Beijing está mandando un fuerte mensaje a Occidente, en el sentido de que China no es más la potencia emergente de que se habla, sino un verdadero actor global que domina su entorno geográfico más próximo, pero que asimismo puede comenzar a posicionarse económicamente en regiones en donde los actores externos anteriormente estaban bien definidos como en el caso de los Balcanes.

Allende el ámbito económico, China además participa activamente en las sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU y en la Corte Internacional de Justicia en referencia al tema de Kosovo. Es sabido por todo mundo que China se opone categóricamente a la separación de la mítica cuna de la ortodoxia serbia. No necesariamente porque le interese la estabilidad de los Balcanes, sino porque, como señala el especialista Dusan Reljic, las numerosas minorías que habitan la inmensa China podrían seguir los pasos de los albaneses en Kosovo, en especial Xianjing y el Tibet. Por cierto, Reljic en entrevista con el diario alemán Der Spiegel mencionó lo que muchos ya sabíamos: Kosovo es más un protectorado de la Unión Europea que un Estado independiente. (Der Spiegel, 18.2.08)

Lo expuesto en este texto no quiere decir que Serbia vaya a capitular en sus intenciones de incorporarse a la Unión Europea, ni que dejará de ser socio de las instituciones financieras de Occidente. Empero, es probable que los países balcánicos, en especial aquellos en donde China está aumentando su presencia económica, diversifiquen sus relaciones con otros actores globales que les permitan tener mayor flexibilidad ante situaciones críticas en los organismos occidentales. No es coincidencia que la crisis económica que llevó a Grecia al estado en el que se encuentra, sea producto de su gran dependencia de Bruselas, en un contexto en el que la Unión Europea, como recientemente mencionó el Nóbel de economía Paul Krugman, ha demostrado sus fallas estructurales. (véase Paul Krugman, “The Making of a Euromess”, The New York Times, 15.2.10)

En conclusión, dos son las ideas que más se rescatan de esta penetración China en los Balcanes. 1) Por una parte, el gigante asiático comienza cada vez más a expandir su esfera de influencia a rincones en los que décadas atrás se pensó difícil que pudiera posicionarse, pasando de ser una economía “emergente” a una verdadera potencia global. 2) Por otra, los incipientes países ex yugoslavos pueden tener en China a un socio alternativo de la UE y sobre todo más confiable en el ámbito económico. Además de que la milenaria nación puede ser un aliado político, al menos en el caso de Serbia.

En última instancia, ambos asertos corresponden a la presente realidad de la política internacional en donde el multilateralismo ha sustituido al mundo unipolar de los noventa. Así que seguramente cualquier bombardeo “accidental” a alguna embajada china en los Balcanes no pasaría desapercibido el día de hoy.

jueves, 31 de diciembre de 2009

MÉXICO 2000-2009: La década perdida








El fin de la primera década del siglo XXI exige una reflexión profunda de los principales acontecimientos en la vida política del México contemporáneo.

Lo que se presagiaba en el año 2000 podría ser el inicio de una nueva era en la historia de nuestra amada patria, se convirtió en uno de los desperdicios más costosos para la población mexicana: la elección de Vicente Fox a la presidencia de la República. Como señalo en mi artículo “MÉXICO: A 9 años de la alternancia, Estado-nación sin rumbo”, la elección del guanajuatense pudo representar el evento capital en la reconfiguración del Estado Mexicano, tras cerca de 70 años de un sistema político unipartidista y monopolizador de la vida nacional. Las esperanzas estaban cifradas en él, su victoria fue incuestionable: parecíamos alcanzar finalmente la ansiada democracia.

Sin embargo, en su momento, la izquierda advirtió de lo que se había fraguado el 6 de julio del año 2000: un pacto entre la derecha, representada por el Partido Acción Nacional, y el partido hegemónico, emanado supuestamente de la Revolución Mexicana, el PRI. Este pacto político tenía como objetivo nodal eternizar en el poder a la cúpula política guardiana de los intereses de la rancia oligarquía mexicana, así como los intereses de las grandes corporaciones internacionales asentadas en este país. Vicente Fox se convirtió pues en el artífice de este pacto entre las elites políticas y económicas dominantes: ese terminó siendo su papel en la historia contemporánea nacional.

Baste recordar que durante la presidencia de Fox los niveles de crecimiento económico bruto fueron tan bajos como en periodos de las crisis de 1982 y 1995. Que durante su gobierno se desatendieron rubros tan importantes como la educación y el problema cardinal de nuestro país: el combate a la pobreza. En este punto, Vicente Fox puso en marcha un programa gubernamental llamado “Oportunidades”, (nombrado en primera instancia “Progresa”) el cual tenía como noble propósito combatir los altos niveles de pobreza que existían en nuestro país. Sin embargo, aunque no se debe despreciar el apoyo real que ha dado a miles de familias mexicanas, el programa “Oportunidades”, no es lo que verdaderamente México necesita para resolver este acuciante problema nacional. En realidad, fue una política fallida, que lo único que se proponía era hacer publicidad al gobierno federal, pretendiendo que se estaba trabajando en el combate a la pobreza. Los recientes números de la CEPAL comprueban mi aserto anterior: al final de la primera década del siglo XXI México es el país de Latinoamérica en donde más ha crecido la pobreza extrema. ¿Funcionó “Oportunidades”? (véase el informe en http://www.eclac.org/publicaciones/xml/9/37839/PSE2009-Cap-I-pobreza.pdf)

En cuanto al rubro educacional se refiere, la década de 2000-2009 consolidó un fenómeno que se venía dando en los sexenios anteriores: el control de la educación nacional por parte del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Dicha situación se agudizó tras el papel que jugó este organismo sindical durante las elecciones presidenciales del año 2006. Su líder, la nefasta, corrupta y aciaga Elba Esther Gordillo, equilibró la balanza definitivamente a favor del candidato presidencial del PAN. El resultado fue la inacción de la Secretaria de Educación Pública en el intento de reforma educativa conocida como Alianza por la Calidad de la Educación, cuya implementación ha dependido de los intereses del Sindicato y no de las prioridades que debiera tener el Estado Mexicano en una verdadera refundación del sistema educativo a nivel nacional. Es lamentable que México ocupe el último lugar en desarrollo educativo de los países de la OCDE, como el último informe de esta organización señala. (véase el informe en http://www.olis.oecd.org/olis/2009doc.nsf/LinkTo/NT00006C86/$FILE/JT03273387.PDF)

En cuanto al rubro de transparencia se refiere, durante los gobiernos de la década conocida en términos políticamente correctos como de la “alternancia,” se mejoró a comparación de las décadas de gobiernos priístas en el poder. En este sentido, la creación del IFAI por Vicente Fox, significó el primer paso para liberar información concerniente a la administración de las finanzas y contabilidad públicas. Fue un buen paso, no obstante, una vez más como en la mayoría de los programas impulsados por los gobiernos federales de esta década, el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI) sirvió para crear una atmósfera de confiabilidad en los manejos del gobierno, mientras al mismo tiempo se ocultaba a la población la cantidad inmensa de contratos que el gobierno federal hacía con empresas privadas en sectores estratégicos como la electricidad, el petróleo y la minería. Además de que se trataba de mantener la serie de concesiones ventajosas a favor de familiares de los miembros de la cúpula política y económica. Recordemos el escándalo de los contratos de los hermanos Bribiesca para sostener el anterior aserto.

Ahora bien, la situación económica es sin lugar a dudas el rubro en el que los gobiernos del 2000-2009 mostraron más su ineficacia. La continuidad del neoliberalismo emanado del Consenso de Washington, inaugurado en el plano oficial con la entrada del México al GATT en 1985 y concretado con la implementación del ominoso TLCAN en 1994, significó en términos generales en la profundización de la pobreza a escala nacional. El neoliberalismo, al contrario de lo pensado por la cúpula priísta a partir del gobierno de Miguel de la Madrid, no resultó ser una política económica eficaz para un país con profundas diferencias sociales. Funcionó hasta cierto punto en las economías fuertes de Occidente, pero en las naciones subdesarrolladas y con altos índices de pobreza lo único que significó fue la agudización de la diferenciación social.

No es de extrañarse, entonces, las declaraciones recientemente hechas por el premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz, quien señaló que México fue uno de los países que peor supo manejar la reciente crisis económica global. No es menester ser un experto en economía para confirmar la declaración del premio Nóbel, por cierto rechazada por el ex Secretario de Hacienda Agustín Carsents. Es suficiente con saber algo de teoría económica para saber que cuando hay una crisis económica se deben recortar los impuestos y aumentar el gasto corriente, tal como lo afirma el gran economista británico John Maynard Keynes en su obra Teoría general del trabajo, interés y dinero. Dicho modelo de intervencionismo del Estado en la economía sirvió para mitigar grandes crisis económicas en la historia del siglo XX. Recordemos cómo Franklin Delano Roosevelt enfrentó el desastre en la economía estadounidense, provocado por la desregularización financiera impulsada por los gobiernos republicanos de Warren Harding a Herbert Hoover. O, más recientemente, como Barack Obama ha decidido seguir estos mismos patrones para tratar de resolver la reciente crisis sistémica del capitalismo global. En México fue totalmente lo contrario: se subieron y crearon nuevos impuestos, se detuvo el gasto corriente, además de que se aumentaron precios de productos básicos como la tortilla, el azúcar y la gasolina.

Ahora bien, un punto sensible en que los gobiernos de la década 2000-2009 intentaron innovar fue la cuestión energética, principalmente en materia de petróleo. La reforma propuesta por Felipe Calderón resultó ser ineficaz, oscura y superficial. La lógica del liderazgo neoliberal en el poder es que los energéticos deberían de estar privatizados. No se puso de manifiesto de manera descarada, pero los propósitos de la reforma tenían muchos afanes privatizadores, como la participación de privados en la comercialización, la refinación, la transportación y la exploración del petróleo nacional lo pueden demostrar. La cúpula en el poder no se da cuenta del fenómeno global en materia energética: la renacionalización y estatización de los recursos energéticos. Las compañías petroleras de mayor capacidad y volumen no son precisamente las transnacionales estadounidenses, británicas o españolas, sino aquellas compañías estatales como ARAMCO (Arabia Saudita), NIOC (Irán), CINOPEC (China), entre otras. Así pues, los dirigentes de la empresa estatal mexicana, en lugar de seguir preocupándose por su ineficiencia, deberían de ponerse a trabajar para hacerla regresar a los primeros lugares en los listados de las empresas petroleras. La reforma debería comenzar con limpiar el sindicato petrolero de la enorme corrupción concentrada en la figura de Carlos Romero Deschamps. Empero, luce complicado que Calderón se comprometa a dicha tarea, pues paradójicamente el PAN, que tanto se quejó de la política charrista del PRI, sigue continuando con esta vieja práctica, haciendo de los sindicatos cómodos parte nodal de su mantenimiento en el poder.

La década de 2000-2009 se caracterizó asimismo por la gradual pérdida de poder del gobierno federal ante los gobiernos estatales. Los gobernadores han adquirido cada vez más poder, recuperando el terreno perdido tras décadas de presidencialismo omnipotente del PRI. Esta característica dentro del sistema político nacional, hace pensar en la necesidad de definir cuál es el sistema político que necesita México: ¿un semipresidencialismo?¿una república parlamentaria?¿regresar al presidencialismo, pero ahora de manera consensuada con el Congreso y los gobiernos estatales?

El presente representante del Ejecutivo no se ha dado a la tarea de definir tal interrogante, tan necesaria para el correcto funcionamiento de nuestras instituciones, la eficacia de nuestras leyes y la verdadera representación de las mayorías. Sólo lanza propuestas mediáticas y sin sentido, como la reelección de alcaldes y diputados, cuyo verdadero propósito es perpetrar a la clase política priísta y panista en el poder. En este punto, uno de los mayores pecados de la derecha en el poder durante esta década es la gran indiferencia que ha mostrado frente a la Reforma del Estado, apoyada principalmente por la izquierda legislativa. La Reforma del Estado es una iniciativa que pretendía reformar las instituciones políticas en aras de acercar los dos componentes vivos del Estado-nación, es decir, la población y el gobierno. En pocas palabras, lo que se busca es la refundación de un Estado Mexicano cada vez más ineficiente, atado a los mandamientos de los liderazgos políticos dominantes, cuyos intereses con otras entidades no estatales ocasionan severos daños al buen funcionamiento de las instituciones, afectando de manera considerable a la mayoría de la población.

Otra oportuna interrogante que no puede escapar a este análisis es ¿qué nos dejó la década de 2000-2009 en materia de política exterior?

México durante el siglo XX se caracterizó por ser un país vanguardia en política internacional. Fuimos sin lugar a dudas la principal potencia de América Latina. Participamos activamente en el liderazgo de los países no alineados durante la Guerra Fría. Organizamos importantes cumbres internacionales en donde los principios de política exterior de no intervención y autodeterminación, enunciados en la Doctrina Carranza, eran política de Estado. México participaba como nación líder en la resolución de conflictos en la esfera latinoamericana, basta recordar nuestro papel en la crisis centroamericana de los 70 y la subsiguiente creación del Grupo Contadora a iniciativa de nuestro país. En suma, sin ser una potencia a escala global, México era incuestionablemente el país de vanguardia en Latinoamérica. Incluso, esta política exterior se mantuvo con los gobiernos neoliberales de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Si bien es cierto que durante estos dos sexenios, nuestra política exterior comenzó a adoptar otro tipo de discurso: como el de la apertura comercial en el caso de Salinas y la democratización en el caso de Zedillo, México continuaba siendo un país hasta cierto punto congruente con nuestros pilares básicos en materia de política exterior.

Sin embargo, toda la presencia e importancia que tuvo México en el ámbito latinoamericano y mundial bajo los regímenes priístas, se revirtió con la llegada de la derecha al poder en el año 2000. El episodio más conocido fue aquel suscitado en Monterrey con las infortunadas declaraciones de Fox a la figura del líder cubano Fidel Castro. Así, México, que había sido tradicional defensor del gobierno cubano emanado de la Revolución de 1959, traicionó de manera flagrante los principios de no intervención y autodeterminación, cuando en las votaciones llevadas a cabo en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU cambió por primera vez en su historia su votación en cuanto a la situación de derechos humanos en Cuba se refiere. Dicha conducta tiene una explicación en la enorme presión que Estados Unidos infringió en México, dominando todos los aspectos de nuestra política exterior, y perdiendo la poca independencia que habíamos tenido durante el régimen priísta.

Consciente de la necesidad de enmendar la plana, Felipe Calderón decidió cambiar de rumbo y mejorar la relación con Cuba. Fue elegido un miembro del Servicio Exterior Mexicano (SEM) para dirigir la Secretaria de Relaciones Exteriores, lo cual fue celebrable. Con esta medida se esperaba hacer más funcional nuestra política exterior, pero en realidad, la acción de Patricia Espinosa al frente de la Cancillería ha sido tibia y mediocre. Ciertamente, se ha mejorado y aumentado el SEM, empero, se sigue con la vieja práctica de nombrar embajadores políticos, sin conocimiento alguno de la realidad internacional y el papel que México debe tener en ella. La designación de Jorge Zermeño como embajador de México en España, así como el reciente nombramiento del oscuro ex procurador Eduardo Medina Mora como embajador de México en Gran Bretaña, son hechos lamentables que restan credibilidad a México en el exterior.

Asimismo, dos recientes episodios son muestra de la pérdida de acción del Estado Mexicano en el exterior: la implementación de visas para los mexicanos por parte del gobierno de Canadá y la crisis en Honduras. Con respecto al primer punto, México mostró impotencia ante la imposición unilateral de visas por parte de nuestro socio de Norteamérica. Fuimos incapaces de responder de manera enérgica ante semejante imposición. Por su parte, la crisis de Honduras es el episodio que más representa la pérdida de poder de México en el exterior, y lo peor de todo, es que se trata de un área en donde México siempre fue indiscutible protagonista, como en el caso de Contadora en los 80. Fue en esta ocasión Brasil el país que asumió el liderazgo para la negociación del conflicto originado por el golpe de Estado de la derecha hondureña. Así pues, la crisis de Honduras representó el nuevo equilibrio de fuerzas de América Latina, con un Brasil líder indiscutible de la región y muy presente en los principales foros internacionales, mientras que por su parte México cada día se ha rezagado más. Por lo tanto, salvo el buen papel que recientemente tuvimos en la cumbre climática de Copenhaguen, que de hecho no es novedad pues nuestro país siempre ha sido impulsor de políticas a nivel mundial para combatir el medio ambiente, México se perfila progresivamente hacia una pérdida de prestigio, influencia y presencia en la escena global.

De todos los aspectos de los gobiernos federales de la década 2000-2009, el narcotráfico resulta ser el peor manejado por Fox y Calderón. El primero, de plano hizo caso omiso al problema, simplemente lo dejó continuar e intentó distraer a la población con otras acciones gubernamentales que tuvieron poca trascendencia para el mejoramiento de las condiciones de vida del país. De hecho, el mismo Calderón mencionó hace algunos meses que su antecesor había pecado de inacción frente a este importante problema.

En cuanto al actual ejecutivo se refiere, su llamada guerra contra el narcotráfico ha resultado en un estrepitoso fracaso de magnas proporciones. De 2006 a la fecha han muerto aproximadamente más de 23, 000 personas a causa del combate armado que emprendió Calderón al poco tiempo de asumir la Presidencia en julio de ese mismo año. Estas cifras rebasan por mucho a las bajas estadounidenses en las actuales guerras de Irak y Afganistán juntas. Su política se ha centrado en enviar miles de soldados a los estados en donde más existe este problema: 45, 000 militares y 20,000 agentes de la Policía Federal, dando un total de 65,000 hombres armados, cifra que es casi comparable con el total de soldados estadounidenses en Afganistán. De esa magnitud estamos hablando.

Asimismo, dentro de este marco Calderón propuso la Iniciativa Mérida, cuyo carácter es similar al Plan Colombia. En esta Iniciativa se pide ayuda a EU para lidiar con este preocupante problema, sacrificando soberanía nacional, dado que dentro de los postulados de este programa de asistencia está implícita la entrada a México de cientos de agentes estadounidenses, con derechos extraconstitucionales. Así pues, en términos generales la guerra de Calderón contra el narcotráfico ha resultado en una verdadera carnicería y en la militarización de varios estados de la República. Además, se han cometido flagrantes violaciones de derechos humanos por parte del Ejército, al grado de que organizaciones internacionales como Amnistía Internacional denunciaran al Estado mexicano de ser cómplice en los abusos a la población civil. (Véase http://amnistia.mx/abusosmilitares/informe.pdf)

Al igual que todos los programas implementados tanto por su gobierno como el de Fox, la guerra contra el narcotráfico es un intento más de hacer creer a la población que se está haciendo algo para resolver este problema. Ciertamente, se han detenido numerosos narcotraficantes, decomisado grandes cantidades de droga e incluso asesinado a importantes líderes como Arturo Beltrán Leyva, pero en realidad se está afrontando esta cuestión de manera superficial; pues la mejoría de la educación, la creación de empleos y la lucha contra la corrupción en las instituciones judiciales, que deberían ser las verdaderas armas contra el narco, son temas en los que Calderón no se ha querido comprometer en lo absoluto.

Podría continuar este texto enumerando lo que ha dejado 10 años de derecha en el poder en México, sin embargo, basta concluir señalando la gran cantidad de violaciones a nuestra Carta Magna que se han cometido a lo largo de estos años. El último ejemplo fue la extinción de la compañía estatal Luz y Fuerza del Centro, cuyo decreto de extinción viola explícitamente el artículo 89º de la Constitución, en donde se dice que el Presidente podrá “promulgar y ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión, proveyendo en la esfera administrativa a su exacta observancia.” Calderón cínicamente citó al comienzo de su decreto este artículo, cuando en realidad no se tomó la molestia de consultar al Congreso de la Unión de esta decision, violando asimismo, el artículo 90º de nuestra Carta Magna en el que se establece que la administración pública federal, de acuerdo con las leyes expedidas por el Congreso “definirá las bases generales de creación de las entidades paraestatales y la intervención del Ejecutivo Federal en su operación”. Huelga decir que Calderón, además viola el artículo 87º de la Constitución en el que se establece que el Presidente deberá hacer la siguiente declaración al tomar posesión de su cargo: “protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande”. La pregunta sería ¿Lo hizo Fox y lo ha hecho Calderón hasta el momento? Los hechos demuestran que no.

En suma, la década de 2000-2009 ha sido un periodo en el cual la cúpula política gobernante ha recrudecido su avaricia y su afán desmedido de poder. Un periodo en el que se ha aumentado estrepitosamente el número de pobres y la diferenciación social. Un periodo en que la educación de nuestros niños es cada día más deficiente. Un periodo en el que México ha perdido liderzgo internacional y regional. Un periodo en el que han muerto miles de inocentes en una guerra fallida contra el narcotráfico y en el que se han cometido numerosos atropellos a los derechos humanos de la ciudadanía. Un periodo en la que se han implementado políticas fiscales medianas, cuyo impacto se refleja en las clases más bajas y en los sectores medios de nuestro país, mientras los grandes corporativos siguen pagando cantidades miserables de impuestos. Un periodo en el que la derecha ha contradicho sus ideales y se ha montado en sindicatos cómodos para mantenerse en el poder, como el SNTE y el SNTPRM, mientras que desecha aquellos que le resulta incómodos como el SME. Un periodo en el que la izquierda ha puesto en primer término sus intereses partidistas y personales, en lugar del interés nacional.

Por consiguiente, no es exagerado concluir este texto mencionando que el periodo que acaba de finalizar ha sido una década perdida en la historia de México. En donde las oportunidades de cambio se han convertido en peores pesadillas y en donde las ilusiones de millones de mexicanos se han esfumado hacia el vacio más profundo de los vientos, tierras y mares de esta amada patria.